ENTRE EL RÍO Y LA MONTAÑA

Subiendo la pendiente de la montaña, se llega a un pequeña cima desde donde se alcanza a ver otra población, muy a lo lejos, en el valle del Magdalena Medio, un gran rio, de los pocos que siguen llamandose grandes en el país.
Don Octavio arrea la mula que nos ayuda con el equipo y sube sin mayor contratiempo mientras nosotros jadeantes y cansados apenas y controlamos la respiración.
El sol pega en la espalda a estas alturas de la mañana, las botas se calientas en cada pesado paso hacia arriba. Viendo el cielo azul y el vibrante verde en el suelo, parece increible tan siquiera imaginar que varios años antes, está misma montaña fue el escenario de enfrentamientos y violencia, hoy los vecinos lo recuerdan como algo pasado, un trago amargo, aunque la situación sigue siendo delicada, Don Carlos dice que -Ahora las cosas son mas tranquilas, los niños pueden ir a estudiar sin problema y sin miedo de que en cualquier momento se tomen la escuela y se los lleven a la fuerza para ser reclutados por desconocidos, ahora podemos salir por el ganado a recoger las yucas o los platanos con tranquilidad, se respira un aire diferente, ya no han habido carros-bombas en mas de dos años y eso ya es un alivo, es que eso de vivir sin saber en que momento le toca a uno salir corriendo es muy berraco-.
La vereda es de casas al pie de la carretera, muchas abandonadas y otras cuantas destruidas, señales de una violenta época que todavía no da señas de acabar, y sin embargo la gente te saluda con una sonrisa en la boca , un buenos dias o un simple BUEEENAAAASSSS!!!!, y si hay tiempo un cafecito en aguapanela.
Aqui no hay tiempo mas que el que señala el ordeño, o la cosecha, o la pesca con atarraya en el rio, no hay mas momento que el mismo vivido y no hay mas placer que las sonrisas y los vecinos....
Sigo creyendo que lo mas bello del país es su gente, lo demas, paísajes, ríos, montañas, desiertos, mares, nevados... es un regalo que se nos da por añadidura.